Nuevamente el
gatillo fácil de los efectivos policiales y militares tiñó de sangre al país.
Esta vez no fueron las protestas por la presencia de una polémica empresa
minera sino por los operativos de erradicación de hoja de coca, un tema mucho
más complejo e incluso más ambiguo que el de una concesión minera.
Las recientes informaciones nos dicen que el pasado martes 28 de agosto cerca de mil campesinos del sector de Sachavaca, del valle del Monzón, en la provincia Tingo María (Huánuco), intentaban impedir la erradicación de plantas cocaleras a cargo de funcionarios del Proyecto Especial de Control y Reducción de Cultivos Ilegales en el Alto Huallaga (Corah), que contaban con el apoyo de efectivos policiales y militares. Otros dos peruanos se unen a la lista de personas que han muerto en acciones de protesta durante el presente gobierno: Juan Espinoza Jaimes y Reider Roque Romero, un profesor de educación física. (1)
Las recientes informaciones nos dicen que el pasado martes 28 de agosto cerca de mil campesinos del sector de Sachavaca, del valle del Monzón, en la provincia Tingo María (Huánuco), intentaban impedir la erradicación de plantas cocaleras a cargo de funcionarios del Proyecto Especial de Control y Reducción de Cultivos Ilegales en el Alto Huallaga (Corah), que contaban con el apoyo de efectivos policiales y militares. Otros dos peruanos se unen a la lista de personas que han muerto en acciones de protesta durante el presente gobierno: Juan Espinoza Jaimes y Reider Roque Romero, un profesor de educación física. (1)
¿Por qué miles de
campesinos cocaleros son capaces de arriesgar sus vidas ─y enfrentarse a las fuerzas
del orden armada─ para defender sus sembríos de hoja de coca? Insisto en que el
tema es ambiguo y habría que desagregarlo de a pocos. Primero que nada
establecer un hecho difícil de negar: casi toda la hoja de coca del valle del
Monzón (que cuenta con aproximadamente 10 mil hectáreas de hoja de coca) está
destinada al mercado del narcotráfico, que según las autoridades policiales es
el último reducto en el Alto Huallaga. Los productores de hoja de coca reciben
precios buenos por parte de los intermediarios del narcotráfico, y se convierte
en su principal y único sustento económico. Entonces es obvio que se deben
realizar los operativos de erradicación con la finalidad de reducir la
producción y dar un paso más en la lucha contra el narcotráfico.
Sin embargo los
problemas se originan ─como casi todos los problemas en el país─ en el cómo, en
la forma de realizar la erradicación. Y allí entran muchas variables. La
primera de ellas es que la verticalidad de las acciones y la fuerza muchas
veces encuentran una respuesta igual de fuerte o violenta. Es decir, los
operativos de erradicación siempre van a fracasar si es que no van de la mano
de una decisión consensuada con los propios productores de la hoja de coca. Los
campesinos cocaleros también cometen un error y un delito al pretender enfrentarse
a la Policía, y también habría que ver los niveles de manipulación o coerción
del narcotráfico sobre este tema. De igual manera, las autoridades deben evitar
el camino relativamente fácil y rápido de entrar a la fuerza a las chacras. Deben
dejar de ver a los campesinos cocaleros solo como infractores o cómplices de
los narcotraficantes, y más bien reflexionar y ver el factor social detrás de
este complejo problema. Adoptar un enfoque netamente policial en los operativos
de erradicación es una medida cortoplacista, que solo sirve para aumentar las
cifras de hoja de coca eliminada y cumplir con la cuota de erradicación que
exigen los estamentos gubernamentales de Estados unidos. Es sabido que hacia
fines de año aumentan el número de operativos precisamente porque las
autoridades peruanas estarían conminadas a cumplir con la cuota. (2)
Una segunda variable
es el propio convencimiento de los agricultores de permitir la erradicación de
sus cultivos. Dichos operativos no van funcionar sino van acompañados de un
reemplazo de la hoja de coca por otros cultivos alternativos que sean no
solamente rentables sino también sostenibles en el tiempo. Las autoridades
pueden erradicar cien hectáreas un día, pero al siguiente aparecerán 200 más en
otro lugar, si es que no se les da la oportunidad a los agricultores de
dedicarse a otros productos. Y eso implica un trabajo que va desde fomentar la
asociatividad de los agricultores, capacitarlos en aspectos agronómicos,
entregarle semillas, fertilizantes y otros insumos agrarios, apoyarlos a buscar
nichos de mercados internos, mejorar su infraestructura vial, en fin, una serie
medidas concretas para sacarlos de las garras
del narcotráfico, si es que me permiten el cliché.
Y todo esto está
relacionado a un factor indispensable para el éxito de los operativos de
erradicación y de los programas de desarrollo alternativo: el crédito. Sin
financiamiento agrario, sin la dinamización de la economía rural de los valles
cocaleros será bien difícil poder ganar la guerra al narcotráfico. Al final
estamos hablando de miles de familias agricultoras inmersos en la economía de
la cocaína, y sacarlos de ese círculo implica también una inversión fuerte. Un
crédito agrario desde entidades gubernamentales como Agrobanco pero también
desde los mismos bancos privados y cajas rurales. Ese es el gran desafío:
otorgarle crédito financiero a las organizaciones de productores de hoja de
coca. Un ejemplo que se debería tomar en cuenta son las actuales cooperativas
cafetaleras, muchas de las cuales tienen como socios a excocaleros que lograron
cambiar exitosamente de cultivo.
Es un trabajo
a largo plazo que, sin embargo, se ve obstaculizado fuertemente cuando los
efectivos policiales y militares empiezan a matar peruanos durante los
operativos de erradicación y durante las protestas. ¿Cómo convencer a los
agricultores y trabajar un desarrollo alternativo por un lado si por otro estás
matando a los productores?
(2) El mismo
ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, informó que en lo que va del año se
han erradicado 10 mil 400 hectáreas de hojas de coca, en la selva central de
Perú, de un total de 14,000 hectáreas que se han programado.
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